Se trata de una de las leyendas más conocidas de esta zona costera. Surgió en los años ’40 y rápidamente se corrió la voz. Cuenta que por las noches, en los diferentes barrios porteños aparecía un extraño ente mitad perro, mitad humano, que se presentaba después de la medianoche haciendo sentir sus terroríficos aullidos y las cadenas que arrastraba.
Esto generó que los coquimbanos de la época, apenas oscurecía, se encerraban en sus casas, asegurando las puertas. A los dos meses de la primera aparición, se tejieron las más diversas historias acerca de este personaje, que tenía una llamativa particularidad: Cuando alguien tenía la mala suerte de atravesarse en su camino, el ente lo tomaba con firmeza y registraba sus ropas, sacando de entre ellas, todo lo que la víctima portaba de valor.
Esto generó que los coquimbanos de la época, apenas oscurecía, se encerraban en sus casas, asegurando las puertas. A los dos meses de la primera aparición, se tejieron las más diversas historias acerca de este personaje, que tenía una llamativa particularidad: Cuando alguien tenía la mala suerte de atravesarse en su camino, el ente lo tomaba con firmeza y registraba sus ropas, sacando de entre ellas, todo lo que la víctima portaba de valor.
Mientas, otros aseguraban que se trataba de un rudo pescador, quien luego de sus andanzas -que se extendieron por más de un año- un día desapareció, llevándose para siempre el misterio de su identidad y quedando en los misterios de esta leyenda.
Una historia que fue recogida por las crónicas de los diarios porteños de la época El Regional y El Norte, donde se escribieron páginas y títulos como: "Anoche otra vez atacó el Hombre Perro, la víctima fue un vendedor viajero, el ataque fue en Freire con Pinto"; "Sigue el misterio del Hombre Perro, hace dos noches sus aullidos se escucharon en el barrio Porvenir"; "El Hombre Perro no da tregua, ahora visitó la Parte Alta".
Un misterio que jamás fue descubierto, para quedar instalado en la historia fantástica de Coquimbo.
Un misterio que jamás fue descubierto, para quedar instalado en la historia fantástica de Coquimbo.
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