domingo, 21 de septiembre de 2014

hombre serpiente

Ipayl es un pueblo pobre lleno de gente sencilla, con creencias y tradiciones arraigadas, un lugar donde las cosas más pequeñas pasaban a ser grandes sucesos. Fue de esta forma como la noticia de que la fotógrafa de una importante revista científica había llegado para realizar un reportaje grafico sobre la leyenda mas famosa en ese lugar, el hombre serpiente.
Mariana, así se llamaba la joven, quería obtener imagen de todo el pueblo y su más preciado tesoro: un frondoso árbol de cerezo en medio de un camino lleno de piedras. Lo raro era que a dicho arbusto no se le secaban las hojas, sus frutos aunque eran muy dulces casi nunca caían al suelo y cuando lo hacían, las personas no se atrevían a comerlos por temor a ser victimas de la maldición que para ella era desconocida, porque en ese pueblo la gente parecía temerle y nadie le decía nada.
En su curiosidad la joven no aguantó la tentación de tomar un fruto de aquel árbol que en el suelo se encontraba y probarlo. Al introducirlo en su boca sintió como se deshacía en su lengua, era la cosa mas dulce y exquisita que jamás hubiera degustado. De pronto, sintió que alguien la miraba, al voltear hacia atrás, vio una anciana con mirada aterrorizada que le decía con voz entrecortada: -Niña qué has hecho, ahora él vendrá por ti-.
Mariana no alcanzaba a entender nada y sólo preguntó:- ¿Qué ocurre?- la anciana le replicó- ¿Qué? No conoces la historia –. La joven no sólo empezaba a sentir miedo, también una extrema ansiedad por conocer todo y le pidió que por favor le contara, de este modo la mujer de muy avanzada edad accedió:
“Hace unos siglos, existió en este pueblo un hombre con una riqueza infinita y así de interminable era su avaricia y maldad que todo lo que tocaba lo marchitaba. Un día Don Antonio Rivero y Casas, así se llamaba este perverso hombre, se obsesionó con una joven campesina llamada María, la cual era hija de una mujer ambiciosa y diabólica conocida solamente como Hipólita, está señora era la bruja del pueblo. En una obscura transacción en donde Don Antonio se comprometía a darle la mitad de toda su fortuna a la bruja, ésta le vendió a María.
Una noche de luna llena, la joven decidió huir al enterarse del negocio pero fue descubierta por su madre y recibió una paliza que no sólo la lisió de su pierna izquierda sino que también le ocasionó marcas muy profundas en sus brazos. Al recibirla el malvado hombre se negó a pagar el precio acordado aduciendo que la mercancía se encontraba defectuosa y que sólo pagaría cuatro monedas de oro  por la muchacha. Hipólita, furiosa, lo amenazó, simplemente esa afrenta no se quedaría así. Esa noche invocó fuerzas realmente obscuras con el fin de cobrar venganza. Para esto colocó como ofrenda su propia alma. En la petición rezaba que Don Antonio Rivero y Casas debía tomar físicamente la forma de su esencia y vivir eternamente atormentado entregándole tributo por cada centavo que le hubo descontado.
La suerte estaba echada. En su mansión el avaro hombre comenzó a sentir como cambiaba de forma y un dolor que parecía nunca terminar, al mirarse en el espejo se asustó al verse convertido en una repulsiva serpiente con ojos que parecían destellar fuego y una larga cadena a la altura de su cabeza que lo encadenaba a un árbol de cerezo que no era otra cosa que Hipólita. A su vez vio transformarse cada moneda de oro en el fruto de aquel arbusto y letras en sangre que describían la maldición: A cada persona que se atreva a comer los cerezos deberás robarle el alma la primera noche de luna llena.”
Mariana estaba a punto de llorar cuando la anciana le dijo: -No temas, agarra esto- era un velón dorado y una daga con una inscripción que ella no alcanzaba a entender. La anciana continuó diciéndole, – enciéndelo en cuanto aparezca y con la daga… ya sabrás qué hacer con ella cuando llegue el momento-.
La anciana se retiró muy lentamente con un paso arrítmico pues al parecer su pierna izquierda no le respondía.
La noche llegó y en medio de la obscuridad Mariana escuchó un ruido. En ese momento encendió el velón y al hacerlo se encontró con la horrible figura que no se atrevía acercarse a ella. Las horas pasaban y la luz amenazaba con extinguirse, entonces lo comprendió, al introducir el cerezo en su boca se había condenado, lo único por lo que podía luchar era por no permitir que aquella monstruosidad atrapara su alma por toda la eternidad, al entender esto empuñó el arma y lo introdujo en su pecho. Las letras inscritas en la daga empezaron a encenderse, la joven quedó envuelta en sangre y a su alrededor sólo escuchaba los gritos de lamento de aquel hombre. De pronto vislumbró una luz, era la mujer con la que había hablado, ésta le decía:- Ahora tú serás la nueva guardiana, acabas de sellar el pacto, sólo podrás salvarte si no permites que durante un siglo estos diabólicos seres cumplan con sus objetivos-. La silueta de la anciana se desvaneció y Mariana sólo acepto lo que era su futuro.


La guerra entre hombres serpientes

Los mitos y leyendas de los aborígenes australianos hablan de dioses sabios que llegaron del cielo en lo que se conoce como el “Tiempo de los Sueños”.



Cuenta una leyenda de los aborígenes australianos que una vez se libró una terrible batalla en Uluru durante el Tiempo de los Sueños, cuando un pueblo conocido como “los hombres serpiente venenosos” atacó para dar muerte a los pueblos que habitaban la zona, “los hombres serpiente no venenosos” pero Bulari, la diosa madre de la Tierra, logró vencerlos con una nube de gases letales. Muchos de los hombres serpiente permanecen encerrados en una prisión bajo el Uluru, el punto más sagrado de toda Australia, más conocido por el nombre de Ayer’s Rock, una enorme colina de granito que cambia de color durante el día y asombra a cuantos la visitan por constituir una de las maravillas del mundo mineral.

En Moon City o “La Ciudad Secreta”, otros de los puntos sagrados de los aborígenes australianos, también se libraron duros combates entre el dios del Sol que llegó del cielo en una nave y el dios de la Tierra. Los vestigios de estas luchas quedaron reflejados en los extraños monolitos y formas que se encuentran diseminados por toda Australia, como Ayer´s Rock, Moon City o la Montaña de Muchas Cabezas (Olgas), producto, según la ciencia oficial, de erosiones de tipo natural, pero los aborígenes contradicen esta teoría y aseguran que son los restos de ciudades construidas por los “arientas” y “luritchas”, seres que eran mitad hombre y mitad animal. En Moon City, muchos dibujos rupestres fueron destruidos por los aborígenes para preservar los misterios y tradiciones de estos pueblos a la llegada de los occidentales. Ciudades subterráneas, los “yowie” una especie de hombres mono, las “Min-Min”, luces que recorren a gran velocidad el desierto australiano, forman parte también de los mitos y tradiciones de Australia...

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